Bristol Marlin, la niña que desafía a la desnutrición aguda en la "Venecia Amazónica"
Como todos los días, Keysi dobló la colchoneta en la que pernocta, prendió su cocina a leña y puso agua a hervir. Minutos antes, su pareja, Mario, había recogido del río Itaya dos baldes grandes de agua para ducharse. Eran las 6 de la mañana y, bajo el enceguecedor sol de la parte baja del distrito de Belén, Bristol Marlin, la hija de ambos despertaba. Sin agua potable ni sistema de drenaje, como la gran mayoría de las 2,600 familias que viven en Belén, en la región Loreto, Keysi comienza su rutina. Se ríe cuando le recuerdan que su casa está ubicada en la denominada “Venecia Amazónica”, en donde un 33.1% vive en situación de pobreza y un 6.9% en pobreza extrema. Su casa, hecha de madera, tenía una plataforma debajo para soportar la crecida del río y flotar hasta que la naturaleza de la Amazonía lo decida. En uno de los ambientes, estaban en orden las cosas de Bristol: sus juguetes, su ropita y sus artículos de aseo. En el ambiente contiguo colgaba el uniforme de la Institución Educativa Santo Cristo de Bagazán que utilizaba de lunes a viernes su madre, Keysi, quien estudiaba el quinto año de secundaria. A sus 17 años se había convertido en mamá, pero eso no la preocupaba. Si no podía dormir no era por los exámenes escolares, los desvelos maternos o el porvenir de su familia. Lo que verdaderamente la afectaba eran los cambios en su cuerpo, dos o tres días después de haber dado a luz su organismo dejó de producir prolactina y se vio impedida de darle de lactar a Bristol Marlin. Octubre del 2020 fue para Keysi un calvario. En ese y en los siguientes 8 meses, su bebé enfermó. “Vomitaba a diario y un médico me dijo que le dé suero. A veces podía comprarlo y otras veces le preparaba maicena con leche, pero no funcionó. La llevé al hospital con diarrea, me pidieron que suspenda el suero, pero no sabían lo que tenía”, comenta. Probó con plantas medicinales e hizo el esfuerzo de comprar fórmulas sustitutas de leche materna, pero no había mejoría. Hace seis meses, sin embargo, sintió que el imponente sol por fin parecía alumbrar su camino. Gracias al apoyo del Gobierno de Asturias, UNICEF y RedSuma la contactaron. Estaban desarrollando una estrategia para la identificación y tratamiento de niños y niñas menores de 5 años con riesgo o desnutrición aguda, preocupados por la situación nutricional en este contexto de pandemia. Tras una evaluación, la derivaron al centro de salud local de la Dirección Regional de Salud de Loreto, con el que se coordina permanentemente. Con un pijuayo en la mano (fruta de palmera en la selva tropical del Perú) y un cuchillo en la otra, Keysi se preparaba para la venta del día. Al costado, Bristol intentaba correr en su andador mientras una hamaca mecía los juguetes con los que minutos antes se entretuvo. “Mientras cortaba mis frutas pasaron dos jóvenes y me preguntaron si tenía el carné de vacunación de mi hija. Le midieron su bracito que estaba muy delgado, mi hija estaba bien flaquita." Keysi, mamá de Bristol Bristol y Keisy en el centro de salud Personal de salud le realiza la prueba cinta MUAC a Bristol para conocer su avance. Ese día Bristol Marlin fue evaluada con la cinta MUAC (Measurement Upper Arm Circumferencia – por sus siglas en inglés) y, tras medirle la circunferencia del brazo, se detectó la desnutrición aguda. Keysi recuerda su preocupación. Después que su niña cumplió un mes de vida, no volvió a aumentar de peso. A sus ocho meses, la intervención de UNICEF le cambió el futuro. Desde entonces, ha combatido la desnutrición y ha mejorado sus indicadores de desarrollo. Según la evaluación nutricional rápida realizada por UNICEF en los distritos de Belén y Punchana, de los 2,459 niños menores de cinco, el 1.7% (40 niños) tenían desnutrición aguda y 40.8% (1,003 niños) estaban en riesgo de desnutrición. Bristol fue una de las niñas con desnutrición aguda que necesitaba atención y seguimiento. Ya con un año y dos meses de edad, el equipo acompañó nuevamente a Keysi y Bristol Marlin a un control en el centro de salud. A pesar de los progresos, el examen de hemoglobina dio como resultado 9.8. En Loreto, el 53% de las niñas y niños entre 6 y 35 meses de edad tiene anemia, un valor por encima del promedio nacional de 40%. En el centro le indicaron a Keysi que era fundamental que continúe dándole sulfato ferroso a su hija para el tratamiento de la anemia. También recibió consejería para reforzar su alimentación complementaria, pues, aunque había superado la desnutrición aguda, Bristol todavía estaba con dos kilos de peso menos de lo recomendado. El centro de salud, con el apoyo de UNICEF, ha establecido un plan de seguimiento riguroso para la recuperación total de Bristol. Cuando Keysi termina su jornada de trabajo, se apoya mucho en su madre. “Tengo un hermano de 15 años que es papá de una bebita de 3 meses, tengo una hermanita de 9 años con síndrome de Down y dos hermanos mayores. Mi mamá nos ha criado y ahora me ayuda con Bristol”, nos dice mientras hace jugar a su hija encima de un cojín descocido que tiene en el suelo. En Loreto, tres de cada diez adolescentes mujeres entre 15 a 19 años son madres, es decir más del 32%. Keysi tiene una gran responsabilidad, pero no admite descanso. Acaba de terminar la secundaria, se ha convertido en madre y está decidida a continuar estudiando: quiere ser enfermera. Keisy y Bristol subiendo al bote Keysi y Bristol Marlin deben trasladarse todos los días unos 50 kilómetros en bote para llegar a su casa. Con su hija en brazos, sube rápido a la casa de su madre por unas escaleras empinadas y en sandalias para revisar los documentos que le piden en el instituto. Su prisa es parte del vértigo que ha tenido últimamente su vida. Sabe que no es momento de parar, que debe estudiar, que tiene motivos suficientes para seguir superándose y que, cuando sienta que las aguas hacen encallar su andar, Bristol será los remos que necesita para volver a abrirse paso.
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