Erradicar la mutilación genital femenina en Djibouti

Una nueva generación de mujeres se enfrenta así a esa perniciosa tradición

Por Eva Gilliam
A woman gathers with children, Djibouti
UNICEF Djibouti/2018
05 Febrero 2019

DJIBOUTI, Djibouti – Mariam Kako nació en Arhiba, un suburbio de la ciudad de Djibouti, el 13 de abril de 1986. Con solo cinco años fue sometida a la mutilación genital femenina.

“Me acuerdo de todo; recuerdo cada detalle de ese día, de esos momentos”, asegura. “Sigue todo en mi cabeza: dónde ocurrió, quién me sujetaba, el balcón que tenía encima. Y también cómo lo disfrazaron todo con una fiesta con regalos y música”.

A Mariam le extirparon el clítoris y los labios mayores y menores con una cuchilla. A continuación, cosieron con puntos los dos lados dejándolo prácticamente cerrado. Este es el más común de los tres tipos de mutilación que se practican en Djibouti, y se conoce como el tipo faraónico.

“Pude ver el arrepentimiento en los ojos de mi madre, pero era demasiado tarde”.

Aunque la práctica es ilegal en Djibouti desde la década de 1980, era y sigue siendo una tradición de la mayoría de grupos étnicos del país. Los Afar, por ejemplo, practican la mutilación genital femenina unas semanas después del nacimiento, y la mayor parte de la etnia somalí suele hacerlo justo antes de la pubertad, hasta los 15 años.

El movimiento para eliminar la mutilación genital femenina comenzó en la década de 1980 y, lentamente, pero a buen ritmo, en los últimos 25 años ha ido tomando impulso: un impulso que equivale a toda una generación. Mariam ahora forma parte de ese movimiento.
 

“Por la salud de nuestras hijas”

Más de 10 años después, en 2005, Mariam recibió una invitación para participar en un programa de empoderamiento de la comunidad en el que aprendió acerca de la convención internacional sobre los derechos de los niños y las mujeres, la democracia, la salud, el medioambiente, la protección infantil y la gestión de proyectos.

La formación la impartió Tostan, una ONG que cuenta con décadas de experiencia dirigiendo programas similares en Senegal y trabaja a distintos niveles para eliminar la mutilación genital femenina: desde conversaciones en las comunidades y servicios de atención para niñas hasta la creación de políticas y compromiso político. UNICEF trabajó en alianza con Tostan, el UNFPA y el gobierno para llevar el programa hasta Djibouti.

Fue durante esa formación cuando Mariam se sumó a un movimiento para eliminar la mutilación genital femenina en su país.

“Conocí los problemas de salud y otros peligros derivados y comprendí que tenemos que acabar con la práctica”, dice Mariam. “Por la salud de nuestras niñas”. 

 

Una mujer toma una foto con un celular, Djibouti
UNICEF Djibouti/2018
Mariam (izquierda) se ha formado y trabaja como voluntaria con mujeres como Aicha para cambiar actitudes y comportamientos relacionados con la MGF.
“La tradición termina aquí”

Cuando estaba a punto de terminar la formación, Mariam se casó con el que ahora es su esposo, Ali. Poco después se quedó embarazada y, cuando dio a luz a una niña, supo que no quería que la sometieran a la mutilación genital femenina.

“Mi bebé era perfecta. Yo miré a mi madre y le dije que le prohibía hacerle la ablación a mi hija. La tradición termina aquí”. Sin embargo, la madre de Mariam era firmemente conservadora. Una semana después de dar a luz, Mariam salió de casa para ir a recoger su certificado de graduación. Su madre aprovechó la oportunidad y llamó a un practicante de ablación del vecindario. Cuando Mariam y su esposo regresaron, encontraron a su bebé recién nacida sangrando y gritando.

Durante los 40 días siguientes, la bebé de Mariam y Ali siguió sangrando. A los seis meses, su peso ya era inferior al de su nacimiento. La infección estaba apagando su cuerpo diminuto.

“¿Cómo podía haber permitido que le pasara esto a mi hija después de haber prometido que ella estaría a salvo?”

“Estaba avergonzada y asustada. ¿Cómo podía haber permitido que le pasara esto a mi hija después de haber prometido que ella estaría a salvo?”, se preguntaba Mariam. “Si iba al médico, sería como reconocer mi culpa, a menos que le contara la verdad y acusara a mi madre y a mi marido, pero no podía hacer eso. Estaba paralizada. No podía contestar las preguntas del médico más que con monosílabos”.

A los seis meses, la hija de Mariam no pudo soportar la infección y murió.

“Pude ver el arrepentimiento en los ojos de mi madre, pero era demasiado tarde”.

 

“El derecho a un cuerpo íntegro y completo”

La intensificación de los esfuerzos para erradicar la mutilación genital femenina forma parte de una estrategia del gobierno, en colaboración con el UNFPA y UNICEF, que comienza educando a la población. Las organizaciones imparten talleres por todo el país en los que animan a la gente a hablar sobre la mutilación y desmienten que esté ligada a la religión.

“Puede que esta sea la primera vez”, dice Fathia Omar Hassan, Oficial de Protección Infantil de UNICEF, “que muchas jóvenes hablan abiertamente acerca de las complicaciones que tienen durante su menstruación, por ejemplo, o de que la mutilación genital femenina no forma parte del Islam”.

Fathia asegura que la mayor dificultad es desvincular la práctica de la MGF de la religión y hacer entender que se trata de una opción. “Cuando tienen delante esa opción y pueden valorarla teniendo en cuenta los peligros que entraña para la salud, comienzan a entenderlo. Y, a la vez, comprenden la idea de que las niñas y las mujeres tienen derecho a tener cuerpos íntegros y completos”.

Los últimos datos publicados por UNICEF y el UNFPA revelan que la mutilación genital femenina sigue estando muy extendida en Djibouti, donde un 78% de niñas y mujeres se ven sometidas a la práctica. Si bien queda mucho trabajo por hacer, mujeres jóvenes como Mariam representan un cambio prometedor en cuanto a creencias y actitudes de grupo. Además, las declaraciones públicas en contra de la mutilación genital femenina que se hicieron en 2016 y 2017 contribuyeron a salvar a 1.000 niñas de la ablación.

“Ya no puedo recuperar a mi hija, pero sí puedo evitar que les pase a otras” dice Mariam. “Creo que ahora podemos utilizar todo lo que hemos aprendido para poner fin a esas tradiciones perjudiciales”.